El agua y el jabón, sobre todo neutro, son básicos para mantener un un rostro limpio, suave, radiante y fresco. A menos que sudemos mucho es necesario lavar la cara máximo tres veces al día: por la mañana, tarde y desde luego por la noche, de lo contrario, podríamos acabar irritando el cutis y alterando el pH natural. Algunos opinan que es mejor lavar la cara con agua tibia, mientras que otras se inclinan por el agua fría, hazlo de las dos maneras y observa tu rostro para saber con cuál se ve y se siente mejor. Debes saber que el agua fría ayuda a sellar los poros, a retener los aceites naturales y a reafirmar la capa más superficial de la piel, lo que contribuye a evitar los signos del envejecimiento. Asi mismo, facilita la eliminación de los residuos que se almacenan bajo la dermis, y que son responsables de las imperfecciones visibles como el acné, la celulitis y las manchas. Por su parte el agua caliente provoca que las grasas naturales de la piel se vayan alterando, lo que podría producir sequedad o irritar la piel. También se cree que influye en la disminución de la producción de colágeno y elastina, lo que aumenta la flacidez y la presencia de arrugas. Por otra parte, la ventaja que se le encuentra es que ayuda a dilatar los poros obstruidos, y facilita la eliminación de las espinillas y puntos negros. Lavar el rostro con agua tibia no altera los aceites de la piel y, junto con el jabón, sirve para eliminar hasta la suciedad más profunda. Por otro lado, la piel de la cara no debe estirarse y los movimientos deben ser siempre hacia arriba. La limpieza aunque toma solo unos segundos debe ser una oportunidad para activar la circulación. Esto se hace con movimientos circulares usando la punta de los dedos a la concavidad (succionando con ella) de las manos. |